Viajar con la poesía y escribir con los viajes.
Y soñar, cada día, con dar la vuelta al mundo en verso
o con hacer que el mundo gire sobre un poema.
Viajar lentamente hacia adentro
dejando gotear la imaginación
y explorando cada rincón de oscuridad
donde habitan los monstruos
que nosotros mismos escondemos.
Viajar fugazmente a la felicidad
escondida tras aquellas sonrisas que nos brindamos,
tras dos pieles de gallina al mismo tiempo,
en el punto y final de una buena noticia,
en un vaso de vino y una charla a media tarde,
en el cosquilleo del corazón
y el baile de las mariposas.
Viajar, buscando un nuevo continente,
que lleva tu mismo nombre,
tus mismas manías, hoy ya tradiciones,
y tus mismos olores a tierra virgen.
Hacerlo de mi boca a tu boca
pasando por el paisaje frágil
de nuestra buena suerte.
Viajar, aunque nos cueste la vida.
Vivir, sintiendo estar en el mejor de los viajes.
Haciendo de todas las letras
versos nómadas
que sólo encuentran sobre tu piel
un rincón donde poder quedarse a vivir
de manera sedentaria
y desplegar una bandera
que diga:
Contigo estoy en casa
en cualquier lugar.
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